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lunes, 18 de julio de 2011

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte 2ª parte


Hace ya varios años, en 1997, J.K. Rowling consiguió que le editaran el inicio de una saga que ha conquistado a varios millones de lectores por todo el mundo (haciendo forrarse a su autora con cada nuevo libro, cómo no decirlo) y que ha constado en total de siete novelas que posteriormente han sido adaptadas a película. El pasado viernes 15, la última de ellas, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte 2ª parte, fue estrenada en el cine y puso punto final a la serie tanto en libros como a filmes se refiere, ya que éstos primeros fueron terminados bastante antes de la finalización de los segundos. Sin embargo, mucha gente dice que no le ha causado la misma impresión que la novela en la que está basada. Conviene hacer una crítica, pues.

Para empezar, la película arranca desde donde terminó la 1ª parte: con Voldemort apoderándose de la Varita de Saúco y lanzando un relámpago al cielo con ella. Nada indica que el ritmo vaya a variar con respecto a la anterior. Sin embargo, nos percatamos de este error cuando, ya en el cine y con la caja de palomitas en la mano, desviamos nuestros pensamientos para cavilar sobre nuestros asuntos personales, como tener que ir a hacer la compra o sacar a pasear después al perro, y al devolver nuestra atención a la gran pantalla, nos damos cuenta de que nos hemos perdido por completo. Es la octava y última película, y como tal, se han asegurado de hacerla de un modo que requiera por completo la atención del espectador y que no permita distraerse ni un segundo. Ay de ti como tengas que ir al baño...
Una de las cosas que incitan a atender todo el rato es el ritmo vertiginoso que siguen los acontecimientos: si bien se muestran escenas que no aparecen en el libro y que contribuyen a dotar a la cinta de una increíble animación visual, también se echan en falta ciertos planos que debieron considerarse innecesarios en su momento y que fueron suprimidos, pero que no hubiera estado de más haber conservado. Mientras que la primera parte demostraba estar más dirigida a los lectores que a los espectadores por la aparición repentina de hechos y personajes que estaban presentes en los libros y que se había optado por no mostrar en las películas hasta entonces (la aparición de Dobby desde la segunda película, el casamiento de Bill, uno de los hermanos mayores de Ron, con Fleur Delacour, una de las participantes del torneo del Cáliz de Fuego, así como el matrimonio de Lupin y Tonks), en la segunda parte esto sigue en cierto modo vigente, pero por la falta de explicaciones y el racionamiento de diálogos; es como si se diese todo por sabido. No obstante, eso no impide que la película esté a la altura de sus antecesoras, y compensa la recreación que mostró la anterior por los paisajes y la quietud en la mayoría de las escenas sustituyéndola por encarnizadas batallas y unos espectaculares efectos especiales.
Por otro lado, las incógnitas que se han mantenido a lo largo de toda la saga se desvelan por fin, y aunque apenas hay tiempo de pararse a pensar en ellas mientras se está viendo la película a causa de la concentración para no perder el hilo, cuando se hacen presentes van acompañadas de todo el impacto y la fuerza que cabría esperar. Como por ejemplo, la revelación del lado del que está Snape, cuya escena dejará boquiabierto a más de uno.


Cabe destacar también la magnífica capacidad de interpretación que los actores demuestran a lo largo del filme. Sin ir más lejos, el talento que denota Helena Bonham Carter (en el papel de Bellatrix Lestrange) al tener que hacerse pasar por otra persona completamente opuesta a ella en lo que personalidad y comportamiento se refiere (y que no voy a nombrar directamente por no hacer más spoiler), consiguiendo una actitud inocente que ni el maquillaje mortecino ni los pelos de loca logran desmentir. También Matthew Lewis (Neville Longbottom) juega un papel inusitadamente importante al ser uno de los factores decisivos que impulsan a los alumnos de Hogwarts a rebelarse y seguir adelante con su lucha contra el mal.



Tal vez lo que más flojee en este punto son las escenas románticas, cuyos besos dejan bastante que desear teniendo en cuenta las circunstancias en las que se desarrollan.
Y, ante todo, a pesar de las pocas palabras y las prisas por matarse entre magos blancos y mortífagos, toda la película despide un mismo componente: esa melancolía de que no habrá más entregas de Harry Potter, de que ese mundo de magia ha terminado, de que todo lo que queda reducido a escombros en la cinta también lo hace en cierto modo en la realidad: el encanto de las varitas, las escobas que sobrevuelan el campo de quidditch, Hogwarts y sus cientos de misterios...
Así finaliza la heptalogía de magia que ha cautivado a más de medio mundo y nos ha tenido en vilo tanto tiempo.
Adiós, Harry.

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